martes, 17 de junio de 2014

Hiper-responsabilizada

Yo tendría como 5 ó 6 años, porque mi hermano era un bebé al que llevábamos en la silla todavía. Imagino entonces que era sábado, porque fui con mi madre a hacer la compra. Inexplicablemente he de decir que todavía quiero mucho a mi hermano, a pesar de los gritos recibidos en mi infancia "en su honor" y de todas las responsabilidades añadidas que me supuso. El caso es que siempre fue un niño muy inquieto y travieso. Era un bebé para comérselo. Guapo como él solo, gordito de esos a los que dan ganas de estrujar.

No sé cómo se las apañó para medio ponerse de pié en su sillita, pero lo logró. Logró también caerse de ella. A mi madre la invadió el pánico. Se puso a gritar como una loca. No sé si fue antes o después de ir hacia el bebé, me atrajo hacia ella agarrándome muy fuerte del brazo, tanto que me hacía daño; me estaba pellizcando. Cuando estaba muy cerca de ella, me dijo al oído "esta me la vas a pagar, cuándo lleguemos a casa te voy a estrellar contra la pared". Después continuó gritándome no sé qué, hasta que alguien la tranquilizó y le dijo que me dejara en paz, que sólo era una niña pequeña. A mi hermano, gracias a dios, no le había pasado nada. Berreó un rato, y eso fue todo. Al poco estaba ya tan tranquilo y planeando alguna nueva fechoría.

No sé cuánto tardamos en hacer la compra ese día, pero yo arrastraba los pies como si fuera inválida. No quería bajo ningún concepto llegar a casa antes que mi padre, que por aquel entonces trabajaba las mañanas de los sábados. Imaginaba que al llegar, además de los gritos y los insultos habituales, me iba a poner mirando a la pared, como a medio metro de ella o así, y mientras me seguía riñendo, me iba a dar un bofetón tan grande en la nuca, que yo iba a salir volando y me iba a quedar incrustada en la pared, como en un dibujo animado. No sé si me asustaba más eso o el veneno que iba a salir por su boca en mi contra, que es lo que siempre más me ha asustado de ella. El oír lo maravillosas y eficientes que eran otras hijas, lo guapas que eran, lo buenas hijas y la alegría que les reportaban a sus madres; siendo yo siempre todo lo contrario a ello. Estaba aterrorizada y no quería llegar a casa antes que mi padre. Como siempre, mi padre no estaba allí cuando llegamos. En su presencia solía medirse y controlarse. Aunque la agresión verbal era continua y constante en ella (sobretodo con mi padre y conmigo), el hecho de estar él presente la hacia controlarse un tanto. La agresión física nunca llegó a producirse (imagino que se habría ido calmando por el camino) pero por supuesto no me libré de oír "lo que me merecía": lo inútil que era, que no servía para nada, lo desgraciada que la hacía y lo afortunadas que eran otra madres de tener mejores hijas.¿Puede en algún momento de su vida una persona concebir una idea diferente de sí misma cuando durante toda su infancia se le ha dicho, día tras día, lo que no hace bien y que es la portadora y responsable directa de la infelicidad y desgracia que siente su madre? La respuesta es, al menos en algún grado SÍ.

miércoles, 11 de junio de 2014

La primera vez.... (que recuerde)

Recuerdo un día soleado y aunque no podría precisar con exactitud la estación del año, creo que era primavera. Fue hace demasiado tiempo. Gracias a dios.

Recuerdo el color de la luz colándose por las ventanas. Era cálido y acogedor. Me gustaban aquellos días. Me transmitían una sensación de paz que a duras penas podía encontrar. Me gustaba abandonarme a ella mientras me era permitido. Regocijarme en la tranquilidad y afectuosidad de los rayos solares. Venían de un lugar muy lejano, del espacio exterior. De un lugar muy lejano donde, seguro, todo era mejor.

Fue hace tanto tiempo que hay muchos no recuerdos y muchos recuerdos difusos, borrosos. Incluso la sensación de terror que durante tantos años fui capaz de revivir con absoluta lucidez, no es más que una memoria ahora. No recuerdo si ya había empezado a ir al colegio, pero creo que todavía no. Quizás tenía 4 años, quizás 3 y medio o 4 y medio. No creo que en ningún caso más de cinco. Porque mi hermano no estaba. No había nacido todavía.

No recuerdo cual fue mi crimen o qué terrible acción había perpetrado para merecer la pena capital. Porque las palabras, aunque no están en ese recuerdo, están en muchos otros: "fíjate bien, te voy a matar....". Pero recuerdo que me asusté tanto, que temí tanto por mi vida (aunque los desquiciados ojos fuera de órbita y los gritos permanezcan en el no recuerdo sé que estaban allí) que como pude, con el terror que me urgía a salir de allí y buscar ayuda, con mi manita alcancé la cerradura de la puerta de entrada. Necesitaba un lugar seguro, donde alguien me pudiera proteger. Yo era demasiado pequeña, no podía hacerlo. Si quería evitar la agresión, necesitaba escapar a un lugar seguro. La decisión era cuestión de segundos, un lugar cercano donde hubiera adultos. El piso de arriba. Aunque Fiz, un chico ya de diecimuchos o veintipocos, me hiciera rabiar no creo que me impidiera la entrada. Además no tenía más tiempo. Mis opciones no eran muchas. Decidí arriesgarme.

Con mis piernecitas cortas y torpes me las arreglé para subir los no muchos escalones que separaban los dos pisos, aunque a mí se me hicieron un obstáculo titánico apremiada además como estaba por los segundos que pasaban, cruciales para salvar mi vida. Cuando llegué al timbre todavía llamé con premura pero educación. A pesar de mi terror, no dejé mi dedo posado en el botón demasiado tiempo. Creo recordar que tuve que volver a tocar. No me acuerdo quién abrió la puerta, pero sé que hablé con Tadmira. Tampoco recuerdo si lloré, aunque imagino que sí. También recuerdo que me abrazaron.

Lo que recuerdo es la sensación de terror, de miedo, la huída..... lo que recuerdo menos, aunque supongo que habrá sido la primera y más trascendental de una larga lista de decepciones, fue cómo todos trataron de sacarle importancia "ah, que tu madre se ha enfadado contigo y te has asustado, jajaja, pobrecita la chiquilla". Tampoco recuerdo qué sucedió cuando mi madre subió a recogerme, pero recuerdo que subió. Peor todavía, no recuerdo qué sucedió al bajar, pero supongo que en esa ocasión me habrá quedado claro que los trapos sucios se lavan en casa (la usurpación del derecho a tratar de defenderme que tantas consecuencias me ha traído en mi vida adulta).

Nada cambió. Los ataques de ira injustificados, las frustraciones tomando forma de demonio en una madre enloquecida que aparecía amantísima ante los demás, marcaron no sólo mi infancia, sino mi vida. El miedo a la agresión, que sólo en contadas ocasiones ha sido física; ese terror a ser aniquilada en cualquier momento..... Nunca he aprendido a lidiar con todo ello. Sigo luchando por enseñarme que tengo derecho a defenderme ante los que me agreden, que es un derecho básico de supervivencia y que no soy alfombra ni felpudo. Es muy difícil.

Es difícil comprender lo que me ha pasado y cómo me ha marcado. Es todavía muy difícil, más de treinta años después. Este no es el primer blog que inicio, pero a lo mejor sí logro mantenerlo. Me lo ha recomendado una querida amiga después del enésimo hecho doloroso recién acaecido con aquella que más daño me ha hecho en mi vida, aquella persona que más destinada estaba a protegerme y quererme. Quizás si lograra ser un lugar de encuentro para personas que han sufrido vivencias similares, crear una pequeña comunidad para compartir nuestras vivencias y estrategias de supervivencia, podría ser muy curativo para nosotros. Sino, plasmar determinadas cosas estoy segura de que me ayudará en mi permanente evolución hacia una versión mejorada de mi misma.

Benditos aquellos que han nacido bajo el manto de una madre dulce y cariñosa por la que se han sentido protegidos. En mi vida he deseado otra cosa.