domingo, 13 de julio de 2014

El dolor de la soledad

La vida es un camino solitario en el que el máximo lujo es recorrerlo acompañado.

Yo sé que me toca, que es mi tarea, que no puedo traspasarla. Que la ayuda que deseo desde mi fuero más interno nunca llegará. Es que en realidad lo que deseo no es ayuda. Deseo a alguien que venga a resolverme el problema, porque yo no soy capaz. Deseo que alguien la saque de mi vida, y pueda finalmente vivir en paz.

Es gigante, me sobrepasa. Es la inmensidad del cielo gris sobre mi cabeza. Es la noche, densa y oscura. Es el frío hiriente, afilado, puntiagudo; son agujas de hielo que me penetran y me rompen. Pero David pudo contra Goliat ¿o no?

Hoy el dolor no duele tanto. Pero duele saber que el dolor me ha robado un poco más de mí, para transformarme de nuevo. Me quita, me hurta, me despoja.... y cada vez renazco en algo diferente. Quizás un día resurja como un despojo, cuando ya no quede nada más de lo que despojarme.

Pero es cierto también que el dolor me ha dado sabiduría y madurez, aunque me haya arrebatado alegría, frescura y luminosidad. ¿Quién dijo que la vida era perfecta?

Hoy el dolor se ha marchado, al menos por un rato. Hoy veo la vida no desde el agujero del que me veo incapaz de salir. No tengo ni idea de cómo afrontarlo, de cómo encararlo, de cómo resolverlo. No sé de que manera voy a preservar mis derechos sin herirla a ella, porque herirla me hace daño. No veo salida. Pero el dolor que me destruye es dolor que me inmuniza. Quizás cada día sea un poco más inmune a su dolor. Y al de cualquiera, y al mío propio. Quizás la única manera para sobrevivir en este mundo es anestesiarse ante el dolor, la desgracia y la miseria. La misma desgracia y miseria que solían hacerme sangrar el alma y derramar lágrimas de hiel. Ya no me impactan tanto las imágenes atroces que estos días circulan por la red. Ya no me rompen en dos las historias de tanta gente desgraciada con tragedias a la espalda. Ya ni siquiera imágenes feroces de animales que saltan ante los ojos sin previo aviso y que antes me hubieran provocado el vómito del cuerpo y del alma, parecen tener un efecto sobre mí.

El dolor me inmuniza. El dolor me hace perder humanidad. La sensibilidad se anestesia ante la necesidad de supervivencia. Imagino que es un mecanismo natural. Nada de lo que me pasa lo escojo. Mi cuerpo, mi mente, mi alma lo hacen todo por mí. ¡Oh! ¡no estoy sola! ME tengo.

Y si David pudo vencer a Goliat, y si yo me tengo sin saberlo ni ser consciente, quizás pueda poco a poco ir encontrando una salida. Hasta aquí lo único que he hecho es huir. A partir de aquí tengo que aprender a enfrentar. Y a enfrentar de una manera no destructiva.

Es mi reto. Y en este camino estoy tan sola, que sólo me tengo a mí. 

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